En el centro de la imagen hay un pequeño brote verde con dos hojas, que emerge desde un trozo de corteza oscura.

A pesar de los avances en el desarrollo de la agricultura ecológica de las últimas décadas, el campo europeo sigue dependiendo de un insumo difícil de reemplazar: el amoníaco. Sin él, no se podrían fabricar los fertilizantes que sostienen cerca del 90 % de la producción agrícola europea. El problema es cómo se produce: un proceso altamente intensivo en energía, basado en combustibles fósiles que, a escala global, consume cerca del 2 % de la energía primaria y genera el 1,5 % de las emisiones de CO₂.

Nuevas tecnologías buscan redefinir la forma en que se realiza este compuesto con el objetivo de avanzar hacia una industria más limpia y resiliente. Estas innovaciones actúan sobre las dos fases clave del proceso de obtención del amoníaco: la generación de hidrógeno y la fijación del nitrógeno atmosférico. Ambos pasos, tal y como se realizan en el modelo tradicional, dependen del gas natural, lo que aumenta la huella ecológica del sector, expone a Europa a una fuerte dependencia de recursos importados y debilita su autonomía estratégica.

En la primera etapa, dedicada a la producción de hidrógeno, la tecnología más prometedora es la electrólisis del agua, que permite separar las moléculas de hidrógeno y oxígeno presentes en el agua utilizando electricidad generada a partir de energías renovables en lugar de gas natural. En la segunda etapa, se está avanzando en la modernización del proceso de fijación del nitrógeno (Haber-Bosch) mediante, por ejemplo, soluciones basadas en el uso de la luz visible para activar el proceso químico entre el nitrógeno y un catalizador de molibdeno. La clave reside en desarrollar soluciones que permitan la producción descentralizada de amoníaco, en entornos con acceso directo a las energías renovables, y en los que sea posible almacenar o transformar este compuesto en fertilizante.

En paralelo, se están desarrollando enfoques biológicos que aprovechan bacterias y enzimas modificadas para replicar —y optimizar— la fijación natural del nitrógeno realizada por algunas plantas. Estos microorganismos pueden liberar amoníaco directamente en el sustrato, reduciendo significativamente la dependencia de fertilizantes sintéticos.

Descarbonizar la producción de abonos es una apuesta estratégica para transformar el modelo agrícola, garantizar la seguridad alimentaria y avanzar hacia un sistema agrario más sostenible. Pero la solución no pasa solo por la tecnología: requiere de un cambio en las formas de cultivar, gestionar los nutrientes y optimizar el uso de insumos, integrando prácticas agronómicas que reduzcan la dependencia de fertilizantes sintéticos y mejoren la eficiencia del sistema productivo en su conjunto.

La infografía compara dos formas de producir amoníaco: una tradicional que usa combustibles fósiles y emite CO₂, y otra que usa energía renovable y no genera emisiones (amoníaco limpio). Ambas producen el mismo producto final, pero la segunda opción es más respetuosa con el medio ambiente.

Imagen realizada con Inteligencia Artificial, inspirada en esquema de Ammobia Inc.

Para más detalles, véase: Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia (coord.). Resilient EU2030. Madrid: Ministerio de la Presidencia, 2021; Sagues, William J. et al.Decarbonizing agriculture through the conversion of animal manure to dietary protein and ammonia fertiliser.Bioresource Technology, 297, 2020; Santos, Andreia F. et al.From wastewater to fertiliser products: Alternative paths to mitigate phosphorus demand in European countries.Chemosphere, 284, 2021; World Economic Forum. “Top 10 Emerging Technologies of 2025.” World Economic Forum, 2025; y, World Economic Forum. “What is nitrogen fixation, and how can we make it more sustainable?” World Economic Forum, 2025.