
La ingeniería genética ha abierto la puerta a una nueva generación de árboles capaces de capturar y almacenar más CO₂ durante más tiempo. Técnicas recientes como CRISPR-Cas o la edición por bases permiten modificar el ADN de las plantas de forma precisa sin introducir material genético externo, lo que mejora su eficiencia fotosintética, acelera su crecimiento y favorece raíces más profundas que retienen carbono en el suelo por siglos.
La modificación genética de los árboles no es nueva, aunque, hasta hace poco, su aplicación se orientaba sobre todo a fines productivos. En 2015, Brasil aprobó el uso comercial de un eucalipto transgénico que crecía un 20% más rápido y generaba más celulosa con el objetivo de aumentar la eficiencia en las plantaciones industriales. Ahora, estas técnicas más avanzadas de edición genética empiezan a usarse con fines climáticos: las plantas son sumideros de carbono, que absorben el CO₂ de la atmósfera -uno de los principales gases de efecto invernadero- durante el proceso de fotosíntesis, y lo almacenan en los troncos, las hojas, las raíces y el suelo.
Una iniciativa reciente en esta línea es el proyecto de Living Carbon, que ha desarrollado álamos modificados para realizar la fotosíntesis con mayor eficiencia y descomponerse más lentamente. En laboratorio, algunos ejemplares produjeron un 53 % más de biomasa aérea (tronco, ramas y hojas) y almacenaron hasta un 27 % más de carbono que los árboles convencionales. Desde 2023, se han iniciado plantaciones piloto en el sureste de Estados Unidos, y se estudia su uso en suelos degradados como antiguas minas. Otro caso es el proyecto Harnessing Plants del Instituto Salk, que busca mejorar genéticamente especies vegetales para aumentar la producción de suberina, un compuesto natural que ralentiza la descomposición y permite fijar carbono en el suelo durante largos periodos de tiempo.
Aunque prometedora, esta innovación plantea desafíos importantes. Algunos expertos advierten sobre sus posibles efectos ecológicos como la propagación involuntaria de genes, la reducción de la biodiversidad o un mayor consumo de agua, lo que podría ser problemático en zonas con estrés hídrico. Ahora bien, gestionados con cautela, los superárboles podrían convertirse en una herramienta más para ampliar los sumideros de carbono y reforzar la lucha climática en el futuro.
Para más información, véase: Boyce Upholt. “Inside the quest to engineer climate-saving supertrees.” MIT Technology Review; Nature Biotechnology. “Brazil Approves Transgenic Eucalyptus.” Nature Biotechnology 33, 2015; Salk Institute. “Harnessing Plants Initiative – Research.” Salk Institute; y Tao, Yumin, et al. “Enhanced photosynthetic efficiency for increased carbon assimilation and woody biomass production in engineered hybrid poplar.” Forests 14, n.º 4, 2023.
CRISPR-Cas y la edición por bases son técnicas de edición genética desarrolladas en la última década. A diferencia de los métodos tradicionales, permiten modificar secuencias concretas del ADN de forma dirigida, rápida y sin necesidad de insertar genes de otras especies. Su precisión ha abierto nuevas posibilidades para mejorar funciones específicas en plantas. Para más detalle sobre estas técnicas, véase: Kim, Jin-Soo, y Jia Chen. “Base editing of organellar DNA with programmable deaminases.” Nature Reviews Molecular Cell Biology 25, n.º 1, 2024; y Tuncel, Aytug, et al. “CRISPR–Cas applications in agriculture and plant research.” Nature Reviews Molecular Cell Biology, 2025.