El enemigo a batir: el cortoplacismo

El cortoplacismo se ha convertido en uno de los grandes problemas de nuestro tiempo. En las últimas décadas, la aceleración del cambio tecnológico, la globalización, la digitalización del debate público y diversos cambios institucionales han hecho que los horizontes políticos de los países occidentales se hayan recortado drásticamente. Las instituciones de hoy se enfrentan a cambios con mayor frecuencia que nunca; deben gestionar procesos sociales, económicos y tecnológicos cada vez más rápidos; y lidian con un flujo de noticias frenético en el que “la actualidad” apenas dura unas horas y los acontecimientos rara vez se analizan con la profundidad y el sosiego necesarios.

El resultado es una sociedad cada vez más miope, en la que lo urgente tiende a eclipsar lo importante y la táctica se impone a la estrategia. Los costes de esta miopía son muy elevados: decisiones que resultan contraproducentes por falta de previsión, oportunidades desaprovechadas, leyes que se quedan rápidamente obsoletas, y problemas que se abordan demasiado tarde. El cortoplacismo está dañando nuestro bienestar y nos está impidiendo abordar con eficacia los grandes desafíos de nuestro tiempo, como el cambio climático, el envejecimiento demográfico, la desigualdad, o el descontento democrático. También está hipotecando el bienestar de las generaciones venideras, posponiendo sine die transformaciones que son costosas pero necesarias y vertiendo en el futuro muchas de las ineficiencias de nuestro sistema, como la degradación medioambiental, los riesgos tecnológicos, o la fractura social.

Por fortuna, cada vez más países están abriendo los ojos a este problema. En los últimos años, varios gobiernos y organismos internacionales han puesto en marcha iniciativas destinadas a aumentar el horizonte temporal de su acción política y a desarrollar sus capacidades de “gobernanza anticipatoria” y planeamiento estratégico. Hoy, cuentan con oficinas de prospectiva la Comisión Europea, el Parlamento Europeo, las Naciones Unidas, la OTAN, la OCDE y los gobiernos de Alemania, Canadá, Finlandia, Francia, Portugal, Reino Unido y Singapur, entre otros.

 

La Oficina

La Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia del Gobierno de España se creó en enero de 2020. Se ubica en el Palacio de La Moncloa, en el Gabinete de la Presidencia del Gobierno, y reporta directamente al Presidente y a su Jefe de Gabinete. Está integrada por un equipo multidisciplinar de investigadores, entre los que hay economistas, historiadores, ingenieros medioambientales, juristas y politólogos formados dentro y fuera de España.

La Oficina tiene el mandato de “analizar de manera sistemática la evidencia empírica disponible para identificar los posibles desafíos y oportunidades (demográficos, económicos, geopolíticos, medioambientales, sociales o educativos...) que España tendrá que afrontar en el medio y largo plazo, y de ayudar al país a prepararse para ellos” (BOE).

Para cumplir este mandato, la Oficina trabaja estrechamente con los ministerios y otros organismos del Estado, así como con universidades, think tanks, fundaciones, ONGs y entidades de la sociedad civil. Además, la Oficina representa a España en la EU-wide Foresight Network de la Comisión Europea y colabora con instituciones comunitarias como el Joint Research Centre.

La Oficina no busca “predecir el futuro” –algo que resulta del todo imposible– pero sí entenderlo mejor, mediante el uso de métodos cuantitativos y cualitativos ampliamente reconocidos en el ámbito académico.